jueves, 22 de enero de 2009

La agilidad emotiva

Hoy he estado haciéndome la siguiente pregunta durante varios momentos del día:

¿CÓMO PUEDEN NUESTRAS EMOCIONES CAMBIAR DE UN MOMENTO A OTRO DE MANERA TAN BRUSCA?

Es decir, me resulta curioso como, ahora mismo puedo no tener ganas de ir a cenar y luego, cuando llegue a la mesa, sentirme jubilosos de estar ahí sentado comiendo con mi madre y Cristián. Y no me refiero a una cuestión de pereza.
Pero bueno, el caso va más allá. El cuervo existe en esta cuestión.

Llevo aquí, en Sevilla, ¿cuánto? ¿Cinco meses?
Sí, creo que sí.
Y aunque sé por experiencia que cuando voy al instituto paso uno de los mejores momentos para mí del día, con mis nuevos compañeros, que hacen la duración de la clase de Historia mucho más agradable y amena, y que cuando salgo de allí estoy triste de hacerlo porque sé que voy a tener que esperar 24 horas para volver.
Aún así, por las mañanas, y teniendo la experiencia curtida en el tema como ya he dicho; no tengo absolutamente ningunas ganas de ir. Muy común, ya ya... Pero en mi vida han habido otros momentos en que no quería ir al instituto y cuando estaba allí continuaba sin querer estar. Y ahora es diferente...
Es más, durante la hora previa a coger el bus e irme a clase, esa sensación de desgana y pereza, esa maquinación sobre cómo puedes evitar ir, si mintiendo a tu madre o volviendo a la cama y haciendo como si te hubieses quedado dormido, continúa, no desaparece. Pero es subirme en el bus, es pasar esa puerta de cristal y sentarme, y me invade de pronto una sensación de optimismo e ilusión, de dicha y nerviosismo.
Y no sólo se encuentra presente en este caso. En otra ocasión que yo recuerdo, cuando me monté por primera vez en el Dragón Khan, cuando estaba en la cola estaba acojonado perdido, neurótico y con náuseas, y todo empeoró cuando me senté y las medidas de seguridad se cerraron alrededor de mi cuerpo. Pero cuando oí el sonido del vagón ponerse en marcha y vi como me acercaba al primeri descenso de la atracción, apareció una nueva emoción en mi cuerpo que desalojó a las demás, al miedo; era una sensación de completa alegría y expectación, de seguridad y de goce. Y aquel cambio fue increíble. Incluso mi mente se dio cuenta y lo primero que pensé fue:
- ¿Qué me acaba de pasar?

He pensado llamar a este fenómeno interior "agilidad emotiva", ya que se basa en la capacidad de las emociones y sentimientos para moverse de un extremo al contrario en cuestión de segundos.

1 comentario:

  1. k bueno! tienes mucha razon con lo del texto! xo eso nos pasa diariamente con todo! la capacidad de en una milesima de segundo cambiar a un sentimiento totalmente opuesto. Como cuando te dan un examen y estas cagado, nervioso, no lo kieres ver! y solo visualizar un poco la nota y ver k as aprovao ntonces automaticamente canvian tus sentimientos!

    aiiiiiiiiiii mi xemy! tu sabes k mis actualizaciones son como son, mi mente no da pa mas! se hace lo k se puede, yo eso k tu as hecho no lo puedo hacer, si me dicen que eso sale de mi libro de filosofia yo me lo creo ehhh!
    weno k la proxima vez se intentara hacer mejor!
    solo x tiiiiiiiiii eeeeeeeeeeee xk...

    tekieromuchoytengomuchasganasdeverteereslacositamasbonitakmeapasadonuncayelmejoramigokconocereykeconocidoooooooooooooo!
    jijiji

    P.D. (no se me ha roto la tecla del espacio)

    ResponderEliminar